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jueves, 11 de junio de 2009

Estropajo:

   ¿Tienes un paño para limpiar mi mesa?. Con esta pregunta comencé a recorrer las mesas y, haciendo esto me encontré con varias negativas y con una compañera japonesa de la cual no sabía que exitía y como no hablaba español, tuve que dejarla al poc rato de haberla visto.No faltó el gordito que me facilitó una goma de borrar y me dijo que con esto podría yo corregir el desperfecto en mi mesa; pero yo le dije—No gracias, perdóname guatón, no me sirve, gracias—Fue entonces, que cuando por impulso me encontré con dos compañeras cuya cabellera rubia no había notado Les consulté sobre la posibilidad de conseguir un paño para limpiar mi mesa, pero ellas me contestaron en su idioma natal, en inglés. Eran alumnas de intercambio, recientemente trasladadas a esta escuela. Ambas eran gemelas y sumamente bellas. Al verlas, supuse que así eran las diosas. El impacto visual de sus bellos semblantes, casi me deja sin habla.

  En un repentino cambio de escena me vi, afortunadamente, acompañado con ellas en un auto en medio del campo. Ambas lucían ropas livianas, ya que estabamos en pleno verano. Una llevaba un pantalón corto en celeste con una polera en amarillo. Una veía televisión, de esas que se instalan en el interior de los autos y la otra, si mal no recuerdo, solamente miraba el paisaje. Pero no estábamos solos, porque a mi costado izquierdo se encontraba su padre, el cual se encontraba ajeno a la citación con un yoqui, una chaleca amarrada a su cuello, una polera y un pantalón deportivo. Una de ellas, para romper el hielo, sacó su trasero por la ventana y empezó a menearlo como si estuviera bailando y su hermana comenzó a reír. Decidí poner orden y les dine que se quedaran quietas, pero mi arcaico conocimiento en el idioma no me alcanzaba para hilar una frase sensata y fluida, lo suficientemente inteligible como para ser mencionada. Decidí entonces avisar a su padre y, milagrosamente, el inglés fluyó por mi boca como si aquel fuera mi idioma natal, Este hombre, en lugar de corregir a su desinhibida hija, salió del auto y acto seguido, puso sus musculosos brazos sobre la parte desde donde surge la ventana cuando ésta se abre o se cierra y, con maestría singular, puso su cuerpo en posición vertical, haciendo flexiones de brazos  con toda soltura y naturalidad. Que familia más extraña.


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